Guardar una imágen en una nube de átomos de rubidio es algo que los científicos pueden hacer desde hace años, pero ahora investigadores del National Institute of Standards and Technology de Maryland (EE.UU.) han logrado almacenar más de una en la misma nube, dando un importante paso adelante.
Por ahora, se experimentó con el almacenamiento de dos imágenes simultáneamente en la misma nube de gas.
Cada “fotograma” de este pequeñísimo cortometraje tenia la imagen de una letra, que al ser “reproducida” pudo ser grabada por una cámara de alta velocidad como secuencia de una memoria atómica.
Las imágenes almacenadas de esta manera persistieron durante algunas decenas de microsegundos -un tiempo enorme desde el punto de vista de un computador - y pudieron ser recuperadas con un 90% de fiabilidad.
Los átomos de rubidio son muy adecuados para este fin ya que mediante un campo magnético se puede lograr que sus niveles de energía electrónica se dividan.
Cuando el campo desaparece, los átomos regresan a su estado habitual, y esta característica permite almacenar fotones e información cuántica mediante un proceso que básicamente consiste en enviarlos hacia la nube de átomos de rubidio y encender el campo magnético.
Al apagarlo, los científicos también descubrieron que las imágenes se reproducían en el orden opuesto al que fueron enviadas a la nube, lo cual sugiere que se podrían almacenar un grupo mayor de imágenes y recuperarlas en diferentes momentos.
Si los fotones que llegan a la nube tienen la longitud de onda adecuada (una que sea absorbida por los nuevos niveles electrónicos de los átomos de rubidio) quedan “atrapados” dentro de ella, y mientras que el campo magnético esté presente, los fotones permanecerán almacenados en la nube.
Obviamente, no para siempre, ya que a esa escala el “ruido” rápidamente modifica las condiciones de los átomos, pero se mantienen lo suficientemente estables como para que decenas de microsegundos después pueda recuperarse hasta el 90% de ellos.
Para “leer” esta inusual forma de memoria basta con quitar el campo magnético, lo que hace que cada átomo que ha recibido un fotón lo emita para regresar a su estado normal, reproduciendo la imagen original.
El 10% que se pierde corresponde a átomos que por algún motivo cambiaron de estado antes de tiempo y que al quitar el campo magnético ya no pueden emitir su fotón, o átomos que se han desplazado y a la hora de aportar su granito de arena emiten el fotón en una dirección errónea.
Los responsables de este trabajo creen que el descubrimiento posibilitaría la construcción de una memoria cuántica.
Por ahora, se experimentó con el almacenamiento de dos imágenes simultáneamente en la misma nube de gas.
Cada “fotograma” de este pequeñísimo cortometraje tenia la imagen de una letra, que al ser “reproducida” pudo ser grabada por una cámara de alta velocidad como secuencia de una memoria atómica.
Las imágenes almacenadas de esta manera persistieron durante algunas decenas de microsegundos -un tiempo enorme desde el punto de vista de un computador - y pudieron ser recuperadas con un 90% de fiabilidad.
Los átomos de rubidio son muy adecuados para este fin ya que mediante un campo magnético se puede lograr que sus niveles de energía electrónica se dividan.
Cuando el campo desaparece, los átomos regresan a su estado habitual, y esta característica permite almacenar fotones e información cuántica mediante un proceso que básicamente consiste en enviarlos hacia la nube de átomos de rubidio y encender el campo magnético.
Al apagarlo, los científicos también descubrieron que las imágenes se reproducían en el orden opuesto al que fueron enviadas a la nube, lo cual sugiere que se podrían almacenar un grupo mayor de imágenes y recuperarlas en diferentes momentos.
Si los fotones que llegan a la nube tienen la longitud de onda adecuada (una que sea absorbida por los nuevos niveles electrónicos de los átomos de rubidio) quedan “atrapados” dentro de ella, y mientras que el campo magnético esté presente, los fotones permanecerán almacenados en la nube.
Obviamente, no para siempre, ya que a esa escala el “ruido” rápidamente modifica las condiciones de los átomos, pero se mantienen lo suficientemente estables como para que decenas de microsegundos después pueda recuperarse hasta el 90% de ellos.
Para “leer” esta inusual forma de memoria basta con quitar el campo magnético, lo que hace que cada átomo que ha recibido un fotón lo emita para regresar a su estado normal, reproduciendo la imagen original.
El 10% que se pierde corresponde a átomos que por algún motivo cambiaron de estado antes de tiempo y que al quitar el campo magnético ya no pueden emitir su fotón, o átomos que se han desplazado y a la hora de aportar su granito de arena emiten el fotón en una dirección errónea.
Los responsables de este trabajo creen que el descubrimiento posibilitaría la construcción de una memoria cuántica.
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