Sus moléculas pueden formar enlaces químicos débiles con muchas sustancias, que le permite permanecer oculto dentro de sus estructuras cristalinas.
No hay señales de la presencia de agua hasta que algo desencadena su liberación.
La turquesa, por ejemplo, se compone de cobre y fosfatos de aluminio, y por cada átomo de cobre en la turquesa, hay cuatro moléculas de agua.
Calentado suficientemente, ese agua puede ser expulsada, haciéndole perder el color a la piedra.
Las diferencias entre el agua impregnada en diferentes materiales es cómo se encuentra químicamente unida, que depende de cómo están separadas las moléculas en cada material.
A nivel atómico, un paño húmedo contiene trillones de moléculas de agua entre sus fibras, pero en la turquesa, esas moléculas se distribuyen uniformemente alrededor de las unidades de fosfato, individualmente unidas a átomos de cobre o de aluminio.
El dioptasa, un silicato de cobre con cristales de color verde, contiene de manera similar al apofilita mineral, agua unida que puede ser liberada con calor.
Otro ejemplo notable es el del camarón indonesio conocido como Krupuk que se presenta en formas sólidas y secas con bases de arroz o harina de yuca que se ven, se sienten y saben a plástico duro, pero al colocarlos en aceite hirviendo, se hincha hasta alcanzar diez veces su tamaño, debido a que el calor libera moléculas de agua ocultas y los convierte instantáneamente en vapor.
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