lunes, 25 de junio de 2012

ISLAS MALDIVAS: DE CÓMO LOS HOMBRES PUEDEN VOLVER A PERDER EL PARAÍSO

Nuestro planeta avisa, a cualquier especie inteligente que se le aproxime, las características principales de la especie dominante que lo habita, con toneladas de basura espacial orbitándolo descuidadamente al igual que ocurre en cualquier letrina pública que esté a merced de esta misma especie dentro de la Tierra.
Nuestras acciones nos definen, tanto en la toilette de cualquier bar de cualquier parte del mundo, como en el espacio.
Y esto nos lleva a meditar en qué habríamos convertido el paraíso si no hubiéramos sido expulsados de él ( obviamente en un sentido alegórico ), y las conclusiones nos llevan irremediablemente a pensar que bien expulsados estuvimos por alguien que nos conocía como si nos hubiera creado.
Las paradisíacas islas Maldivas en el Océano Índico se encargan, por su parte, de cerrar la boca a cualquier defensor de especulaciones contrarias a las que hemos expresado: se trata de 200 islas habitadas de aguas cristalinas y arenas blancas que se extienden a través de un área de 35.000 kilómetros cuadrados, que son visitadas por 750.000 turistas cada año ( más del doble de la población nacional, pese a lo cual su capital, Malé, tiene una densidad poblacional cuatro veces mayor a la de Londres ).
Precisamente, en gran parte como consecuencia de la industria turística ( pero nó solamente ya que locales y barcos cargan otra gran parte de la responsabilidad ), estas islas de ensueño han sido convertidas en un basurero que amontona 330 toneladas de residuos por día, que a la vez debe ser quemada ( ante la ausencia de reciclados ) generando nubes de humo tóxicas ( hollín, dióxido de carbono ), montañas de botellas de plástico, vertidos de asbesto, plomo y otros metales tóxicos en las aguas, y fétidas suciedades de todo tipo, con nefastas consecuencias para el medio ambiente.
Este cinturón verde natural continúa, no obstante siendo un paraíso...pero para las moscas, y según estudios realizados por defensores del medio ambiente, el daño es irreversible.  
Cuatro kilómetros al oeste de la capital, se encuentra el vertedero principal, Thilarfushi, o "Isla de la Basura", una monstruosidad construída sobre arrecifes de coral recuperados hace 20 años cuya sola observación provoca vergüenza ajena, poblada en su mayoría por trabajadores procedentes de Bangladesh que trabajan en la quema diaria de basura en condiciones totalmente insalubres.
Una vez más, todos eligen aquí el mismo camino de siempre: mirar para otro lado.

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