Esta audaz y original idea fue pergeñada hace diez años por el profesor Moshe Kotler del Departamento de Inmunología de la Universidad Hebrea, al notar que la proteína VIF, que desempeña un papel muy importante en la replicación del virus del HIV, impedía la recuperación de las células cancerígenas luego de sesiones de radioterapia.
En la mayoría de los casos, las altas dosis de irradiación propician la destrucción del ADN de las células cáncerosas: pierden la capacidad de dividirse y mueren, pero algunas consiguen reparar el ADN y se vuelven resistentes a la radiación y obviamente impiden la cura total del cáncer.
Para estos casos puede ayudar la proteína VIF, que inyectada en el torrente sanguíneo del paciente evita la restauración del ADN de las células cancerosas después de la irradiación.
Como solamente se utiliza una de las proteínas contenidas en el virus del SIDA, el riesgo de contagio de este mal está excluído.
En la mayoría de los casos, las altas dosis de irradiación propician la destrucción del ADN de las células cáncerosas: pierden la capacidad de dividirse y mueren, pero algunas consiguen reparar el ADN y se vuelven resistentes a la radiación y obviamente impiden la cura total del cáncer.
Para estos casos puede ayudar la proteína VIF, que inyectada en el torrente sanguíneo del paciente evita la restauración del ADN de las células cancerosas después de la irradiación.
Como solamente se utiliza una de las proteínas contenidas en el virus del SIDA, el riesgo de contagio de este mal está excluído.
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