domingo, 20 de mayo de 2012

MICROBIOS SOBREVIVEN 86 MILLONES DE AÑOS SIN ALIMENTOS

Una increíble comunidad microbiana unicelular encontrada en el fondo del océano que data de mediados del período Jurásico, sin comida durante 86 millones de años, y apenas oxígeno suficiente para mantener su metabolismo, continúa sin embargo viva, según se pudo comprobar en un reciente estudio, y su tenacidad  plantea algunas preguntas interesantes en la búsqueda de vida extraterrestre.
Una enorme cantidad  de microbios viven por debajo de los sedimentos oceánicos ( el 90 por ciento de los organismos unicelulares del planeta se encuentran allí ) y han sido objeto de estudio entre los biólogos desde hace años, cuando se trata de investigar la vida ​en ambientes extremos.
Hans Roy y sus colegas dinamarqueses y alemanes quisieron cavar más profundo para examinar los lugares más áridos, donde los suministros de alimentos son casi inexistentes, y donde el oxígeno llega a duras penas, y apuntaron a unas  arcillas rojas enterradas profundamente en el Océano Pacífico, a lo largo del ecuador y en el sistema de Giro del Pacífico Norte.
Tomaron muestras perforando núcleos que datan de la época de los dinosaurios y encontraron organismos vivos en las partes  más profundas de estos sedimentos que utilizan oxígeno para respirar pero muy lentamente.
Cuanto más profundos los sedimentos, y menor cantidad de alimento y oxígeno, más disminuye su utilización en los microbios.
De esta manera, requieren alrededor de mil años para duplicar su biomasa y otros mil para dividirse ( un microbio de la superficie, por ejemplo tarda entre 17 y 30 minutos ).
Con respecto a alimento, no habían tenido acceso a suministros desde hace entre 70 y 86 millones de años
Roy y sus colegas creen que estas comunidades microbianas que viven en el límite absoluto tienen un requerimiento de energía mínimo para conservar su ADN intacto y el funcionamiento de sus proteínas.
Esto es interesante por un par de razones: en primer lugar, estas formas de vida son sin duda extrañas, y sugieren que el conocimiento científico de los procariotas es incompleto en el mejor de los casos, y equivocado en el peor.
En segundo lugar, una vez más se demostró que persiste vivo aquello que parece físicamente imposible  lo cual invita una vez más al científico a reflexionar sobre su generalmente falaz forma de investigación, así en la Tierra como en los cielos.

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