domingo, 27 de mayo de 2012

EL DÍA DESPUÉS DE ROSWELL

La historia moderna está plagada de militares con un currículum intachable que,una vez retirados del Ejército de los EE.UU., dan cuenta de supuestos secretos de estado que generalmente son funcionales a las teorías conspirativas.
Este fenómeno merece una reflexión múltiple: por un lado hay que considerar muy seriamente algo que vale para todos los militares, y no sólo para los del país del norte: un oficial del ejército jamás se retira y continúa a las órdenes hasta su muerte.
Su jubilación es sólo a los efectos de su nó presencia en su lugar de trabajo, pero le debe la misma obediencia absoluta a la fuerza cuando ya no milita físicamente que cuando lo hacía.
Si alguno de sus miembros desobedece o dá a conocer secretos de estado, debe enfrentar el mismo severo castigo que un militar activo.
En los centenares de casos como el que vamos a citar más abajo jamás se ha registrado un encarcelamiento o apercibimiento siquiera para con los autores intelectuales de estas supuestas filtraciones de secretos, lo cual nos lleva, a prióri, a pensar que hicieron lo que hicieron en cumplimiento estricto de órdenes superiores.
Pero ¿cuál podría ser la causa de semejantes órdenes que en apariencia comprometerían la seguridad nacional?.
La alimentación de paranoias es una estrategia de guerra clásica, y siempre es bienvenido para asustar a los enemigos un anuncio de un ex militar que comenta haber protagonizado viajes en el tiempo, haber utilizado puertas dimensionales, haber participado de la construcción de bases en Marte o, como en el caso que nos ocupa más abajo, emulado tecnología extraterrestre.
Si Ud. vive en un vecindario peligroso, y por razones aleatorias en las que originalmente Ud. no intervino, comienza a considerársele un poderoso brujo con poderes sobrenaturales, ¿Ud. qué hace ? ¿ Sale a desmentir inmediatamente el rumor casa por casa ?.
Claro que nó: esta creencia beneficia poderosamente su seguridad ante la paranoia y la superstición ajena.
Por lo tanto, consultado sobre el tema Ud. lo negará, pero con una enigmática y socarrona sonrisa, y además alimentará el rumor cada vez que pueda a través de más rumores, esta vez inyectados a través de sus amigos o familiares íntimos.
En la vereda de enfrente de este razonamiento, está la posibilidad de que el rumor sea cierto ( aunque tal vez exagerado ) en cuyo caso Ud., si verdaderamente es un brujo poderoso ( o simplemente un campeón de artes marciales sobrevaluado ), intentará no hacer demasiada exhibición pública de sus atributos para mantener una ventaja secreta en caso de ser atacado.
En este sentido, no tomamos parte por ninguna de las dos suposiciones, pero sí lo hacemos en la creencia de que, si el rumor habla de un poder arrollador, seguramente es falaz, porque no logramos imaginar que un país que posea una máquina del tiempo o tenga acceso a puertas dimensionales se prive de dominar explícitamente el mundo impidiendo cualquier tipo de balance o competencia seria, y esto sí es una realidad empírica que atañe a nuestra especie. Jamás Estados Unidos o Rusia habrían protagonizado crisis como las que cada uno protagonizó si hubieran poseído semejantes armas: si no pudieron ni pueden evitar estos contratiempos, es porque no tenían ni tienen con qué evitarlos.
Dicho todo esto, pasaremos a hablar del libro del coronel retirado Phillip Corso, miembro del “staff” de inteligencia del general McArthur durante la guerra de Corea, brillante científico, miembro del Concejo de Seguridad Nacional en el gobierno de Eisenhower, y jefe del equipo de investigación y desarrollo de tecnologías desconocidas del Pentágono en los años sesenta, que documenta una de las especulaciones más creíbles que se han hecho respecto a supuestas tecnologías secretas, ya que de ser cierta, habría requerido igualmente un largo tiempo de comprensión y experimentación hasta lograr una emulación operativamente aceptable.
Una prueba de esto puede experimentarla Ud. mismo si conoce algún anciano que supere los 80 años y mantiene su lucidez mental: intente que trate de manipular correctamente un smartphone o un tablet y luego solicítele que le explique en qué se basa la tecnología.
Más o menos así ( o peor ) habría sido la actitud de un científico en 1.947 frente a aparatos avanzados, algunos biotecnológicos, y completamente independientes de la mecánica de engranajes, bulones, correas  y motores explosivos que dominaban la época ( salvo que se haya contado, como lo sugiere la obra de Corso, con el asesoramiento de supuestos sobrevivientes ).
El libro, como ya anticipa su título, habla del famoso caso Roswell confirmando el accidente de una nave alienígena y dando cuenta de los adelantos tecnológicos que se produjeron a partir de este incidente en el área militar gracias a la copia de equipos extraterrestres.
Corso explica en su libro que participó de manera directa en la investigación, diseño y fabricación de aviones stealth, microondas, satélites, tecnología antigravedad, chips, equipos de visión nocturna, tecnologías desarrolladas en base a los restos del OVNI roswelliano, lo cual a nuestra manera de ver, sobrevalúa el evento en desmedro de muchas otras circunstancias, pero no deja de ser interesante incluso cuando aborda la cronología del secretismo que trajo aparejado y la construcción de infinitas bases secretas.

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