El color rojo sangre que se le ha dado tal vez en principio pueda ser malinterpretado en un sentido morboso, pero la idea es que el color advierta rápidamente a los ingenieros que la estructura ha sido dañada.
Cuando se corta, el plástico se vuelve de color rojo claro a lo largo de toda la línea de daño, imitando lo que sucede con la piel humana.
Su sistema de autoreparación reacciona ante la luz ordinaria, los cambios de temperatura o de acidez, para así comenzar a construír los puentes moleculares que le permita curarse a sí mismo.
Científicos de la Universidad del Sur de Missisipi, liderados por el profesor Maerk Urban, dieron a conocer su creaciòn en la reunión anual de la American Chemical Society en San Diego, California.
El futuro desarrollo de este material podría proporcionar auto-sanación a una gran variedad de productos, como móviles u ordenadores portátiles, o advertir daños estructurales en todo tipo de construcciones o vehículos.
El equipo está trabajando ahora en la elaboración de un plástico con las mismas propiedades que además sea capaz de resistir las altas temperaturas.
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