martes, 13 de noviembre de 2012

SKYFALL, LA PELÍCULA: UN 007 CON NOSTALGIA ANACRÓNICA

Para resumir las cosas sin eufemismos ni rodeos, la película Operación Skyfall es inútil y exasperantemente larga, padece de una nostalgia anacrónica, y si bien ofrece algunos muy buenos momentos de acción, finalmente se convierte en una involuntaria parodia de la saga, que con este film llega a su número 23. 
Pese a las engañosas señales que transmitió el cambio de posta al pisciano Daniel Craig con Casino Royale, 007 nunca fue ni será un cine de autor, y quien vá esperando otra cosa, se equivoca de cabo a rabo ( sería como ir a ver Los Indestructibles y esperar algo más que explosiones, lucha y cadáveres por doquier ), aunque la metamorfosis desde un James Bond que no se despeina ni transpira, al sufrido Craig que corre más que Forrest Gump y se hiere y autorepara más que Rambo, es una saludable variante si la serie pretende convivir con el siglo 21. 
Pero precisamente, allí es donde radica lo criticable de Skyfall: Craig se transforma en un Bond más complejo, humano y creíble ( con un perfil psicológico de huérfano con “rechazo patológico a la autoridad originado en un trauma infantil” según la propia película ), porque de lo contrario al público de cine de hoy el personaje le resultaría indigerible, pero el director de esta película ( el leonino Sam Mendes, “Belleza Americana” ), debió tener en cuenta que ese mismo público no puede aceptar actitudes disparatadas en el guión que sí consumía sin cuestionarse la audiencia de la época de la Guerra Fría. 
En realidad no terminamos de entender la presencia de Sam Mendes en la dirección, salvo que se haya intentado a través suyo recrear otra película que vaya más allá de la superficialidad Bond, como lo fuera Casino Royale ( para perderse inmediatamente en Quantum of Solace, y confirmar su pérdida en esta Operación Skyfall ). 
Si así fue, los resultados no acompañan la intención, y la película muestra su peor error en su innecesaria larguísima duración, y además produce una mezcla de excelentes escenas de acción cinematográficamente impecables ( la del inicio de la película en Turquía es memorable, la del metro 
cayendo en un túnel en Londres es excelente y el asesinato en Hong Kong tiene un uso del tiempo, una música y una iluminación que rayan la perfección ) con otras descuidadas, fuera de timing y mal presentadas ( como la lucha final en la vieja casona escocesa donde 007 vivió su infancia ) y groseros sinsentidos ( como la incomprensible actitud de Sévérine, la empleada del super villano Raoul Silva, que guía a Bond hasta la isla que le sirve de guarida sin ninguna razón ni plan de protección contra las consecuencias, pese a saber que lo está traicionando abiertamente ). 
Siempre decimos que en una película, el perfil del villano define al propio héroe y en este caso el malo es astilla de la propia madera, ya que se trata de un ex espía del propio M16 abandonado a su suerte en una misión por “M”, y que se considera traicionado y busca su vendetta personal simulando un ataque ciberterrorista para distraer la atención de su verdadero objetivo. 
El afeminado, irónico y altisonante personaje está muy bien compuesto por el pisciano Javier Bardem (aunque a nuestro gusto no lo suficientemente bien aprovechado por Mendes ), e intenta convertirse en el espejo de Bond ( quien también es “sacrificado” al comienzo de la película por M -la impecable sagitariana Judi Dench- en aras de “un bien mayor”), sin ningún éxito. 
Skyfall intenta recurrir a lo mejor de la tradición de la serie y a la vez renovarla, pero para nuestro paladar, se queda a mitad de camino entre las dos cosas ( ese intento ya lo hizo mucho mejor en “Die Another Day” el director Lee Tamahori ), abusando innecesariamente de elementos nostálgicos que poco se justifican, como el Aston Martin con dos ametralladoras y asiento eyector ( que nadie explica 
cómo se conservaba en un recóndito depósito sin un gramo de polvo y en perfectas condiciones técnicas para arrancar al primer golpe de llaves ) que además no protagoniza en la película ningún momento relevante que lo justifique, o la aparición de un nuevo Q ( el creador de gadgets ) sólo para entregarle a Bond una pistola que reconoce la mano de su dueño y un tosco ( y enorme! para este siglo 21 ) transmisor de radio. 
Una nostalgia sin sentido que convierte a la película en una parodia de sí misma, a la saga en una suerte de anacronismo viviente ( como cuando Q compara a Bond con un acorazado próximo al desguace o como cuando el propio 007 muestra lo maltrecho que está en sus cualidades ), y al imperio británico en un lacrimógeno tango de glorias perdidas.
 

1 comentario:

manipulador de alimentos dijo...

En 'Skyfall' nos encontramos a un Bond crepuscular, después de 50 años, que regresa al origen mientras se enfrenta a un malo ceniciento, Bardem, que se abraza a la muerte. Casi es una de Bergman. Jajaja. Un saludo!!!

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