El cráter más antiguo conocido previamente tenía dos mil millones de años de antiguedad, pero ahora se ha encontrado cerca de la ciudad de Maniitsoq, al oeste de Groenlandia, otra gigantesca cicatriz en las rocas provocada por el impacto de un asteroide que chocó contra la Tierra mil millones de años antes.
Un equipo de científicos del Servicio Geológico de Dinamarca y Groenlandia (GEUS) en Copenhague, la Universidad de Cardiff en Gales, la Universidad de Lund en Suecia y el Instituto de Ciencia Planetaria en Moscú ha recogido esta evidencia del estudio de rocas deformadas y rotas hacia arriba, desencajadas, derretidas y con alteraciones hidrotermales típicas del impacto de un cuerpo celeste.
Un impacto de tal magnitud como para dejar un cráter de 100 kilómetros de diámetro y un embudo de 600 kilómetros de profundidad que habría trastocado toda la estructura del planeta e incluso acabado con toda forma de vida superior.
Si se toman en cuenta los impactos de asteroides y cometas en la Luna, cabe suponer que la Tierra, con una masa mucho mayor, debe haber experimentado más colisiones aún, pero la evidencia ha sido erosionada y ocultada por rocas más jovenes, o cubierta por los mares o las arenas de los desiertos.
Según las estimaciones de los investigadores, este meteorito pudo haber tenido un diámetro de más de 30 kilómetros, el doble del meteorito Vredefort ( Sudáfrica ), que hasta ahora se consideraba el más antiguo, y con una masa diez veces mayor.
Si este cuerpo celeste hubiera golpeado la Luna en lugar de la Tierra, habría provocado allí un cráter de mil kilómetros de diámetro fácilmente visible desde la Tierra ( de hecho, existen varios así en la Luna ), pero debido a la gravedad mucho más fuerte de nuestro planeta, la huella dejada en Maniitsoq pudo haber tenido unos 100 kilómetros de diámetro.
Las piedras claves fueron halladas en la montaña Finnefjeld, de alrededor de 1050 metros de altura, cuya formación se estima se inició a partir del núcleo triturado de la estructura..
Un equipo de científicos del Servicio Geológico de Dinamarca y Groenlandia (GEUS) en Copenhague, la Universidad de Cardiff en Gales, la Universidad de Lund en Suecia y el Instituto de Ciencia Planetaria en Moscú ha recogido esta evidencia del estudio de rocas deformadas y rotas hacia arriba, desencajadas, derretidas y con alteraciones hidrotermales típicas del impacto de un cuerpo celeste.
Un impacto de tal magnitud como para dejar un cráter de 100 kilómetros de diámetro y un embudo de 600 kilómetros de profundidad que habría trastocado toda la estructura del planeta e incluso acabado con toda forma de vida superior.
Si se toman en cuenta los impactos de asteroides y cometas en la Luna, cabe suponer que la Tierra, con una masa mucho mayor, debe haber experimentado más colisiones aún, pero la evidencia ha sido erosionada y ocultada por rocas más jovenes, o cubierta por los mares o las arenas de los desiertos.
Según las estimaciones de los investigadores, este meteorito pudo haber tenido un diámetro de más de 30 kilómetros, el doble del meteorito Vredefort ( Sudáfrica ), que hasta ahora se consideraba el más antiguo, y con una masa diez veces mayor.
Si este cuerpo celeste hubiera golpeado la Luna en lugar de la Tierra, habría provocado allí un cráter de mil kilómetros de diámetro fácilmente visible desde la Tierra ( de hecho, existen varios así en la Luna ), pero debido a la gravedad mucho más fuerte de nuestro planeta, la huella dejada en Maniitsoq pudo haber tenido unos 100 kilómetros de diámetro.
Las piedras claves fueron halladas en la montaña Finnefjeld, de alrededor de 1050 metros de altura, cuya formación se estima se inició a partir del núcleo triturado de la estructura..
Si un impacto de esta naturaleza tuviera lugar hoy día, pulverizaría un estado o provincia de tamaño mediano sin dejar más rastros que un enorme agujero, pero además sus efectos globales acabarían con toda forma de vida superior.
Encontrar la evidencia fue extremadamente difícil y llevó más de tres años, pues desde el choque Groenlandia sufrió varios períodos glaciales, la tierra se erosionó y las huellas en las rocas están por lo menos 25 kilómetros por debajo de la superficie, mientras todas las huellas externas del impacto desaparecieron y sólo quedan los efectos de la intensa onda de choque que penetró profundamente la corteza ( mucho más profundo que cualquier otro impacto conocido ).
Algunos científicos suponen que en los primeros 500 millones de años del sistema solar, la Luna y la Tierra fueron bombardeadas constantemente por meteoritos y cometas, e incluso se piensa que la vida fue traída a la Tierra por estos cuerpos celestes.
En la Luna quedan miles de huellas de impactos, pero en la Tierra sólo han sobrevivido alrededor de 180, la mayoría muy pequeñas y recientes, debido a su dinámica, el movimiento de sus placas tectónicas, la formación de cadenas montañosas y la erosión.
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