La mayoría de los compradores están todavía completamente inconcientes de la tecnología de seguimiento permanente a la que son sometidos desde que ingresan al recinto ni de que ni siquiera apagando sus teléfonos móviles quedan completamente a salvo de una descarada invasión de su privacidad, además de ser sometidos sin solicitar autorización previa, a una catarata de anuncios comerciales.
Por su parte, los defensores del sistema aducen que no se trata de una invasión a la privacidad porque no se puede identificar a los compradores ni sus números telefónicos, en el estilo de la vigilancia electrónica a través de cámaras que ya se utiliza desde hace décadas y que es mucho menos intrusivo que los seguimientos llevados a cabo por los gigantes de internet que vigilan las actividades de los compradores en línea.
Ingresar a un mall significa entonces hoy día que éste adquiere un derecho automático de seguimiento de los teléfonos móviles de la gente y que ésta dá un consentimiento tácito a ser invadida con publicidad no deseada con el sólo hecho de ingresar al lugar.
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