El Tambora es un estratovolcán de 60 kilómetros de diámetro y 2.850 metros de altitud, ubicado en la isla de Sumbawa, en Indonesia, y es tristemente célebre por haber provocado, en abril del año 1815, la erupción volcánica más mortal de los últimos 1.000 años, destruyendo una montaña
entera dejando un cráter de 8 kilómetros de diámetro y un kilómetro de profundidad, afectando seriamente el clima global generando un año entero sin verano, con nieve en zonas ecuatoriales, lluvias torrenciales en los polos y una nube de cenizas de tres metros de espesor que cubrió el sol por dos días completos.
El ruido provocado por la explosión se escuchó en 5.000 kilómetros a la redonda y escupió tanta lava que la misma creó nuevas islas en el mar a la vez que dificultó la navegación por la zona durante años.
Directa e indirectamente, la mortal erupción mató a más de 60.000 personas: 12.000 murieron por causa directa de la explosión y casi 50.000 más lo hicieron por inanición, pues las nubes de ceniza destruyeron absolutamente todas las cosechas, generando hambruna en casi todo el mundo.
Ahora, Tambora está mostrando nuevos signos de inquietud. Los incrementos de la sismicidad ( cinco temblores en abril contra 200 este mes ) y el aumento de las emisiones de dióxido de carbono sugieren que una erupción podría estar por ocurrir.
El PVMBG (la Agencia Indonesia Vulcanológica) lo ha puesto en el nivel de alerta 3 (de 4), estableciendo un amplio perímetro de prevención y seguridad a su alrededor
( los agricultores de la zona, a diferencia de lo que ocurre con otros volcanes, donde los campesinos permanecen imprudentemente hasta que se los evacúa casi por la fuerza, aquí se han alejado voluntariamente pues saben que Tambora es diferente ),
y aunque nadie puede predecir qué intensidad tendrá su nuevo despertar, dado los antecedentes de este gigantesco dragón dormido, su sólo desperezarse no constituye una buena noticia.
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