Los enigmáticos dogu son unas pequeñas estatuas de arcilla que confeccionaba en Japón un pueblo llamado Jomón, los primeros artesanos en arcilla conocidos en el planeta, desde el 14.000 a.c. como mínimo.
Este mismo pueblo, comenzó a superarse espectacularmente en sus estatuillas alrededor del 4.000 a.c., cuando crearon objetos con una terminación tan precisa y milimétrica, que parecían haber sido hechos a máquina.
La principal fuente de misterio de estas artesanías radica en qué se deseaba representar con las mismas: se las confeccionó con cabezas de formas extrañas, ojos saltones gigantescos como de moscas e intrincados diseños en sus torsos, que poseen una asombrosa semejanza con los trajes espaciales que actualmente utilizan los astronautas ( lentes, guantes, escarfandras, cierres, luces, mecanismos de control ), especialmente los llamados "unidad de movilidad extravehicular"(EMU) que se emplean para desplazarse fuera de las naves espaciales en trabajos de reparaciones o similares.
Las unidades de pecho para el control del equipo EMU se ubican aproximadamente en el mismo lugar que unos botones circulares en el pecho de los dogu, los cuales probablemente servían ( al igual que en los EMU ) para manejar los sistemas vitales del traje espacial.
Asimismo, las rayas que rodean los botones de los trajes de los dogu equivalen a los marcadores para graduar la cantidad de agua u oxígeno administrada a la persona dentro del traje espacial que utilizan nuestros actuales cosmonautas.
El abultamiento que presentan sobre el diafragma , permite suponer además que ( una vez más igualmente que los EMU ) el traje espacial dogu venia en dos partes separadas.
Técnicos de la NASA han identificado al menos veinte puntos de coincidencia con los trajes utilizados por los astronautas en sus salidas al espacio exterior, aunque un científico de la misma oficina espacial ha cuestionado esta especulación opinando que estaríamos hablando de una civilización mucho más avanzada que la humana, y que por lo tanto lo más probable es que sus trajes espaciales serían mucho más sofisticados que los nuestros en la actualidad.
Pero los defensores de la hipótesis le han refutado sosteniendo que el traje espacial que nos llevó a la luna ha demostrado gran eficiencia y no ha sufrido cambios fundamentales desde su creación, con lo cual podría suponerse que continuaría siendo un diseño válido aún en un futuro lejano.
La mitología antigua japonesa y las leyendas Shinto, al igual que los textos antiguos hindúes y de otras partes del mundo, están plagadas de referencias a batallas de naves aéreas, castillos debajo de las aguas, armas exóticas, dragones voladores y hasta contienen la descripción precisa de un aparato de televisión.
Hablan profusamente ( y sin haber sido censurados o distorsionados por la curia, que afortunadamente no pudo extender sus garras sobre estos lugares del planeta ) sobre la llegada de dioses y maestros procedentes de las estrellas en un pasado muy remoto (según la tradición, la mismísima familia imperial japonesa es descendiente directa de éstas visitas).
El periódico japonés Mainchi Graphic divulgó masivamente estas figuras y desató una polémica a nivel nacional sobre la presencia de antiguas civilizaciones extraterrestres en el país.
Estatuillas de la misma época y cultura, que representan mujeres u escenas cotidianas, no siguen el mismo estilo de diseño, rasgos, adornos y facciones, lo cual permite descartar la posibilidad de un estilo intencionalmente exagerado o deformado ( como podría ser nuestro cubismo por ejemplo ), a la vez que confirman su gran objetividad artesanal para reproducir lo que su realidad les mostraba.
Las primeras estatuillas fueron halladas por arqueólogos japoneses al norte de la Isla de Hondo, en Tokomai, encontrándose posteriormente más dogus en Kamegaoka, algunas de ellas manufacturadas en bronce, todas con su típico casco atornillado y su enigmática indumentaria.
Se ha demostrado asimismo su perfecta compatibilidad con los más modernos equipos de buceo profesional, lo cual podría conectar las figuras con las leyendas japonesas que refieren a los “kappas”, extraños seres que habitaban zonas acuáticas, de aspecto monstruoso y que durante siglos aterrorizaron a los nativos de las islas.
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