viernes, 4 de junio de 2010

Disquisiciones Redondas

Cuando leí la frase: “La gente inteligente no se aburre… se angustia” adherí inmediatamente con la misma, me dije: “Es verdad, yo me angustio” y por supuesto en ese mismísimo instante me angustie.
Después de varias horas caí en la cuenta de que el hecho de angustiarme escondía en si mismo mi afirmación de inteligencia e inmediatamente empecé a reírme, y fue así que concluí entonces en que la frase en cuestión ameritaba una reflexión y a mi gusto una modificación.
En el contexto de la frase cabe aclarar que definimos inteligencia como: La capacidad personal en mayor o menor grado de lidiar con la realidad que nos rodea, o sea, la realidad es un bien común a todos y la inteligencia también lo es, ahora, la forma de manejar la realidad o la capacidad de lidiar con la misma es un bien particular, ni mejor ni peor simplemente individual.
El bajo adora estas disquisiciones que suelo hacer, le causan mucha gracia porque ambos tenemos manejos de la realidad completamente distintos, mientras que cuando yo veo dos nubarrones empiezo a armar rapidamente el arca de Noé, él pone un rock & roll a todo volumen y prende el fuego para un asado al aire libre. Y estoy totalmente convencida que esa diferencia tan radical es lo que nos une tan fuertemente; a él lo asombra mi complejo manejo de la realidad y a mí me deja boquiabierta la simplicidad natural de manejo que él tiene de la misma (“¡Simplificad con urgencia! ¡Simplificad!” decía el viejo Einstein, se ve que ese día yo justo falte a clase)
Lo que a mí me provoca perplejidad sin salida a él lo conduce a múltiples puertas de entrada.
(A veces siento que me mira con la misma ternura, encanto y resignación que cuando contempla a “Alfombra” (el apodado gato de la casa) mientras este deja toda su energía en aguerridas batallas que entabla con su propia sombra)
Se me viene en mente ahora un pensamiento que leí y que decía:
“La vida no se trata de estar siempre esperando que pare de llover, se trata de aprender a bailar bajo la lluvia”

Entonces volviendo a la frase inicial llego a la conclusión de que quienes se aburren no son conscientes del humano don de la inteligencia, toman la realidad como algo ajeno de lo que no son parte o no se sienten parte y suelen encontrarle defectos, errores, faltas, vicios e injusticias, pero hasta ahí llega su manejo de la realidad y por tanto se vuelven erráticos en el propio aburrimiento.
Miran la lluvia siempre desde la ventana y aún no advierten que se invento el paraguas.
Los que se angustian desperdician toneladas de energía en descubrir los orígenes de la lluvia, el porqué de la misma, el modo de trasformar la lluvia en sol, la fórmula para erradicar la lluvia del planeta, dedican su existencia a resistirla, a sufrirla o a ejercer la resistencia sobre ella.
Claramente no se quedan mirando tras la ventana, salen a la realidad pero ante la más mínima imperfección el miedo los paraliza, el paraguas se les rompe y le meten una carta documento al que les vendió el paraguas que no es otro al que al fin de cuentas le terminaran comprando un piloto.
Los que mejor aprovechan su capacidad de manejo de la realidad, no son entonces los que se aburren, pero tampoco lo son aquellos que se angustian... sino aquellos que se atreven a soñar y a reír.
Estos son los que mejor partido sacan de su inteligencia dada, porque comprenden internamente que los días de lluvia son tan necesarios como los de sol, y que gracias a la mezcla de ambos podremos apreciar el maravilloso fenómeno del arco iris.
No le tienen miedo a la lluvia, ni a los truenos, tampoco temen mojarse la ropa, ni la cara ni el alma porque la consideran una maravilla más del universo y aprenden entonces a bailar, a cantar y a soñar bajo la lluvia.
Son libres en su manejo mental de la realidad, se emocionan con la belleza y se ríen de la desgracia porque al fin de cuentas ese es nuestro libre albedrío, la individual forma que elegimos de lidiar con la realidad, ya sea a los golpes, a los gritos, tirando una bomba atómica cada vez que se vuelve a nublar o aprendiendo a bailar bajo la lluvia, bajo las nubes o bajo el sol, solos o acompañados, soñando lluvias de colores, de estrellas o nubes, lluvias en diferentes direcciones, o simplemente meandonos de risa bajo el chaparrón.

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