viernes, 25 de febrero de 2011

ANTICITERA: UN MENSAJE DE LAS ESTRELLAS


Si analizamos nuestra propia vida, probablemente no dudaremos en dar la razón al hecho de que se trata del efecto acumulativo de un puñado de impactos importantes.¿Porqué será entonces que social e históricamente estamos lisiados para detectar los sucesos fundamentales pese a la prueba evidente de lo grande que es su influencia?Muchas veces hemos insistido y lo seguiremos haciendo en este blog sobre lo limitado de nuestra observación o experiencia, y por ende la fragilidad de nuestras "nunca tan concluyentes" conclusiones, nuestra recurrente caída en la búsqueda de la inexistente prueba corroborativa, y la falacia de confirmar nuestros conocimientos e ignorar ( irónicamente ) lo que ignoramos.
No somos capaces de saber lo que es un celular si antes jamás vimos un celular, y lo que intentaremos ante uno será confirmarlo como un objeto que sea de nuestro conocimiento. El celular pasará a ser para quien no conoció jamás uno, un tótem, adorno, u objeto de veneración religiosa, y así será catalogado y archivado, siendo que, en la mayoría de los casos, una vez etiquetado algo, lo condenamos casi inexorablemente al freezado eterno, negándonos sistemáticamente a su revisión. Nuestra patología de mantener la ilusión de la certidumbre ( que además nos hace perder la espontaneidad del ahora ) está plagada de ejemplos especialmente contundentes cuando se trata de asuntos arqueológicos y ahora vamos a presentar uno muy emblemático: el Anticitera, que en el propio relato del tratamiento que recibió moostrará de paso facetas de estas falacias, empezando por la aclaración de que el "mecanismo" anticitera no es un mecanismo, ya que no ha podido determinarse fehacientemente que su funcionamiento sea mecánico.El estudio de este objeto ha sido razonablemente actualizado con la aplicación de tecnología moderna, pero se trata de una excepción: ¿cuántos miles de objetos mal catalogados hubo, hay y habrá dispersados por los museos del mundo ?.A esto se debe sumar la destrucción sistemática de cientos de miles de manuscritos de literatura en cada conflicto, en cada guerra, en cada invasión. Por poner sólo un par de ejemplos "modernos" tenemos al papa san Gregorio Magno que ordenó la destrucción de literatura antigüa "por temor a que distraiga a los fieles de la contemplación del cielo", o al conquistador musulmán de Alejandría, Amru, que quemó más de un millón de volúmenes de la biblioteca utilizándolos como combustible para calentar los miles de baños de la ciudad durante medio año completo, argumentando que "si los libros contenían información que ya existía en el Corán, no podía estar mejor brindada que en el libro sagrado y si lo que encerraban no estaba en el Corán, entonces no tenía valor alguno.Los conquistadores del "nuevo mundo"continuaron esa animalesca destrucción de antigüos documentos: el obispo Landa destruyó todos los escritos mayas que pudo encontrar en la península de Yucatán ( por suerte no los encontró todos ) y con ellos las huellas de sus sorprendentes conocimientos. En resúmen, menos del uno por ciento del total de la literatura y el conocimiento antigüo ha sobrevivido, y de ese escaso uno por ciento hemos producido dudosas traducciones de poco menos de la mitad.
Todo lo que se nos ha enseñado con carácter de históricamente indudable apenas se diferencia de un cuento de niños contado por niños y que sólo puede ser creído por niños, sin conciencia de lo ancestral. Sin embrgo, considerando todo lo dicho, resulta asombroso que tengamos todo lo que tenemos, y que recordemos todo lo que recordamos.Tal vez un día aparezcan en algún secreto sitio documentos antigüos que hayan salvado la memoria y cuenten certeramente la cronología de la destrucción y resurrección del hombre una y otra vez por la sobreabundancia del fuego o del agua, de su orígen estelar, de la maldición de su cíclica gloria, decadencia y destrucción, de las olas del cielo cayendo sobre él y no dejando sobrevivir más que a gente sin cultura e ignorantes que olvidan una y otra vez lo ocurrido en tiempos antigüos, pero una raza al menos jamás extinta, que encarna también al ave Fénix, y que aún sin ser conciente de ello, es guardiana del halo de los dioses.
EL ANTICITERA
Transcurrían las pascuas del año 1901 cuando el pescador de esponjas Elias Stadiatos descubrió durante sus inmersiones un barco hundido en el mar Egeo cerca de la islta de Anticitera, en el archipiélago de Dodecaneso.
El navío estaba casi completamente recubierto de formaciones calcáreas, lo que hizo indudable la gran cantidad de años que llevaba sumergido ( luego investigadores y arqueólogos determinarían que se había hundido por lo menos un siglo antes de cristo ).Allí, entre estatuas y jarrones, había un ánfora sellada. Se advirtió que contenía un objeto metálico completamente oxidado y cubierto por formaciones calcáreas.Al aparecer en 1946 un nuevo método para eliminar el óxido ( "gracias" a la segunda guerra mundial ), a un profesor de Oxford, Dereck de Solla Price, se le ocurrió aplicarlo para descubrir las características del objeto que se encontraba dentro del ánfora. De la reconstitución, apareció el enigmático anticitera, mostrando sus ruedas dentadas, engranajes y diales con inscripciones en griego antiguo y su "imposible" capacidad para calcular la posición de los planetas del sistema solar.
La primera reacción pública fue la típica necedad de historiadores y científicos, cuestionando la antigüedad del mismo ( por "no corresponder a las manufacturas de su época histórica") e incluso la del propio naufragio. Puestos a analizar el artefacto, no pudieron determinar su antigüedad, aunque finalmente reconocieron que llevaba dos mil años sumergido, y que se encontraba dentro del barco al momento del hundimiento.
La máquina presenta 40 ruedas de engranaje, 3 ejes, 1 rueda de 240 dientes, 9 escalas móviles, 1 eje mayor para activar la parte exterior que consta de una esfera en un extremo y dos en el otro ( una indicaría las posiciones galácticas y la otra mediría la posición del sol, mientras la que se encuentra solitaria sería para marcar el tiempo transcurrido entre las dos del otro extremo ), 1 diferencial integrado ( uno de los más enormes "imposibles" de la "ciencia oficial" ) por varias ruedas cada una de las cuales puede moverse a una velocidad que es la suma o la diferencia de las contigüas. El diferencial corresponde a un plano con una corona acompañada de un piñón central.Entre sus espacios giran varios satélites.La rueda central tiene un borde con dientes de 1,3 mm.cada uno, y aparecen allí el Sol, Venus, Mercurio, Marte, posiciones de la Luna y de las estrellas.
El profesor De Solla Price concluyó en 1950 ( luego de escribir un libro sobre el artefacto y realizar enormes e infructuosos esfuerzos por entender su funcionamiento ) que el objeto era un reloj astronómico para anticipar las posiciones del Sol y la Luna en el zodíaco. Este científico propuso su reconstrucción, lo cual fue imposible con la tecnología disponible en la época, y realizó cientos de pruebas tratando de encontrar cómo "darle cuerda" a tan extraño reloj, y por supuesto no encontró cómo. Por lo tanto, el objeto no es un "mecanismo" ya que funciona con un sistema y un tipo de energía nó mecánica que todavía hoy desconocemos, pero que seguramente será coherente con la tecnología empleada en su confección, hecho conectivo que no suele ser tenido en cuenta en los análisis científicos, siendo una de las falacias corroborativas más frecuentes en los estudiosos contemporáneos.
(Ejemplo fractal psicológico: Si veo un reloj, lo veo porque tiene la misma forma de lo que yo reconozco hoy día como un reloj, por lo tanto debe tener además alguna relación con la medición del tiempo, y si estoy en una época donde los relojes que conozco son mecánicos...¡ tiene que ser mecánico ! no puedo concebirlo como elemento para medir propiedades que sólo serían concebibles con tecnologías más avanzadas que las actuales...)Ya en los inicios de nuestros tiempos modernos, el especialista en Ingeniería Mecánica del Museo de Ciencia de Londres Michael Wright empleando técnicas de tomografía lineal tomó un modelo epicíclico ideado por Hiparco y otro elíptico de planetas creado por Apolonio de Perge, y probó que al girar una manijita del aparato, una aguja y una esferita pintada de blanco y negro en la parte delantera del mismo permitía reproducir con exactitud los movimientos del sol y las fases de la luna sobre el zodíaco.
Como se tiene la casi certeza que parte del mecanismo se extravió, no es descabellado pensar ( siguiendo la línea trazada por Wright ) que el artefacto completo podría hacer lo mismo con los planetas del sistema solar y tal vez de otros cuerpos celestes. Igualmente, este análisis como verán no difiere conceptualmente del realizado en 1950, partiendo de ciertas falsas certidumbres confirmatorias condicionantes.
Un estudio más reciente fue con rayos X. De su aplicación se concluyó que el anticitera es un ordenador "mecánico" ( se insistió con lo de "mecánico" a pesar del estudio hecho 60 años antes ).
Los mayores avances tuvieron lugar a partir del 2006, cuando Tony Malzbender, un experto en animaciones computadas de Hewlett-Packard trabajando en conjunto con el matemático y documentalista británico Tony Freeth lograron descifrar cómo encajaban los engranajes mediante tomografías computadas: tomaron diez por milímetro y luego las reconstruyeron tridimensionalmente con la computadora, que además, basada en información proporcionada por el equipo interdisciplinario, sugirió cómo podría haber sido la estructura completa en la que se encontraba montada el aparato: sobre la parte delantera habría tenido un dial circular con dos escalas concéntricas ( una dividida en 365 días y la otra en 360 grados, con las marcas de los doce signos del zodíaco ).Las agujas se habrían movido a lo largo de este círculo mostrando algorítmicamente la posición del sol, la luna, los planetas y las fases lunares, incluyendo la órbita irregular de la luna, conocida como primer anomalía lunar.Las letras marcadas sobre el zodíaco habrían sido una especie de índice que permitía saber cuándo salían y se ocultaban ciertas estrellas en diferentes momentos del año.
Sobre la parte de atrás, habría habido dos diales en espiral, uno encima del otro. El de arriba con cinco vueltas y un calendario lunisolar de 235 meses, que representaban 19 años, al cabo de los cuales la distribución de las lunas nuevas volvía a repetirse. El de abajo tenía 223 celdas, de las cuales cada una representaba un mes lunar.Allí habrían estado descriptos los eclipses lunares, solares o de ambos, y a qué hora iban a suceder. En un dial subsidiario figuraban los números 8, 16 y 0, y permitiría corregir el ciclo agregándole ocho o 16 horas, según correspondiera.En 2008, también se sugirió que la aguja de un dial secundario indicaría, cada cuatro años, cuándo se producirían los juegos olímpicos. Dos historiadores, el estadounidense James Evans, de la Universidad Puget Sound, Tacoma, y el argentino Christian Carman, de la Universidad de Quilmes, realizaron también estudios sobre el tema: "Propusimos que la posición de los planetas no se mostraba con cinco agujas concéntricas, sino con cinco diales subsidiarios -detalla Carman-. Aunque se ajusta más a los conocimientos de la época, esto es algo hipotético, porque no están los engranajes. También postulamos algo muy sencillo, pero que podría tener importantes consecuencias: dado que el movimiento del Sol no es constante a lo largo del año (hay momentos en los que tiene una pequeña aceleración y otros en los que va más lento), se nos ocurrió que tal vez la escala estuviera alterada, de tal manera que cuando va más rápido, las marcas están más juntas y, cuando va más lento, están más separadas. Entonces, la aguja iría a la misma velocidad, pero recorrería mayor o menor distancia. Esto evita tener dos agujas que muestren la posición del Sol y el día del año. La idea es tan simple que debería ser verdad. Pudimos medirlo usando las tomografías de Freeth y cierra tan bien que no puede ser casualidad."Estos científicos indican que el complejo conjunto de más de treinta engranajes traduciría en este planetario portátil la idea de un modelo geométrico del cosmos de los babilónicos (una civilización varios siglos anterior a la griega) …( que a la vez habían heredado la base de su conocimiento de otras más antigüas, agregamos nosotros )…y cuya cultura ancestral inspiró a los filósofos griegos."Pareciera que la idea de movimientos circulares perfectos que siempre se atribuyó a los dioses -dice Carman- podría no provenir de las teorías platónicas sobre el mundo de las esferas, sino de soluciones mecánicas que daban cuenta de la astronomía babilónica. En vez de un origen divino, podría tener otro mucho más práctico. Es asombroso."

"Tal vez tengamos que repensar las relaciones entre la mecánica y la astronomía -dice el profesor Evans en una nota sobre el estudio realizado por ambos sobre el Anticitera publicada en la revista científica Nature-. "Solemos concebirla en una sola dirección, pero probablemente había una interacción mutua." Y agrega Carman: "Jamás hubiéramos imaginado que una civilización antigua fuera capaz de construir un dispositivo de semejante precisión" .En otro artículo de la revista Nature sobre el mismo tema , el matemático y cineasta Tony Freeth, director del Proyecto de Investigación del Mecanismo de Anticitera, en Cardiff, Gales, declaraba también: "el mecanismo aún esconde muchos misterios. Creemos que no fue el primero, dada su sofisticación y complejidad."" Y no comprendemos por qué esta tecnología tan extraordinaria desapareció durante varios siglos para reaparecer en los relojes astronómicos a partir del siglo XIV."En fin, exhasperantemente lento el aterrizaje de nuestros científicos, pero por lo menos el empezar a intentar aterrizar es un síntoma de querer ir abandonando las nubes. Nótese otro síntoma característico que denota la presencia de la falacia corroborativa: cada conclusión es una proyección del estado de la ciencia en el momento en que fue analizado el anticitera, curioso fenómeno que no explica precisamente el objeto estudiado.
El corolario lo dejamos a cargo del primer estudioso del artefacto, el profesor Dereck de Solla Price quien en su libro "La Ciencia después de Babilonia", al referirse al Anticitera, dijo: "considero que hay algo "verdaderamente espantoso" en este descubrimiento" y pidió luego la revisión de toda la arqueología.

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