...y hablando de soñadores, de gente que no le teme ni un poquito a soñar, a pensar, a salirse del camino de la lógica para hacerse preguntas buscando las respuestas en el mundo del revés, compartimos con nuestros lectores un extracto del libro de Allan Lightman "Los sueños de Einstein"
Tres maravillosos sueños sobre el tiempo, tres encantadoras formas de imaginar el tiempo en otro tiempo y en otro espacio, tres sueños de un tiempo que se atreve a soñarse a sí mismo.
Solo una mente tan anti firewalls como la de Einstein puede demostrarnos que no existen formas predeterminadas para pensar el tiempo, que la linealidad del mismo también es tan solo una ilusión.
Los sueños 1
En este mundo hay dos tiempos. Un tiempo mecánico y un tiempo corporal. El primero es tan rígido y metálico como un pesado péndulo de hierro que va y vuelve, va y vuelve. El segundo gira y se ondula como un pez azul en una bahía. El primero es inflexible y predeterminado. El segundo elige el futuro a medida que transcurre.
Muchos están convencidos de que el tiempo mecánico no existe. Cuando pasan cerca del gigantesco reloj de la Kramgasse no oyen sus campanadas, mientras envían paquetes desde la Postgasse o caminan por entre las flores del Rosengarten. Llevan relojes de pulsera, pero sólo como un adorno o por cortesía a quienes se los han regalado. No tienen relojes en sus casas. En cambio, escuchan los latidos de su corazón. Atienden al ritmo de sus deseos y estados de ánimo. Comen cuando tienen hambre, acuden a su trabajo en la sombrerería o en la farmacia cuando despiertan, hacen el amor a toda hora. Estas personas se ríen de la idea de un tiempo mecánico. Saben que el tiempo se mueve a saltos y sacudidas.
Y luego están los que piensan que sus cuerpos no existen. Viven conforme al tiempo mecánico. Se levantan a las siete en punto de la mañana. Comen a mediodía y cenan a las seis. Llegan a sus apartamentos a cierta hora precisa que marca el reloj. Hacen el amor entre las ocho y las diez de la noche. Trabajan cuarenta horas por semana, leen el Domingo el periódico dominical y juegan al ajedrez los Martes por la noche. Cuando su estómago se queja, miran el reloj para saber si es hora de comer. Cuando se distraen durante un concierto, miran el reloj para saber a qué hora volverán a casa. Saben que el cuerpo no es obra de una magia desatada, sino un conjunto de materias químicas, tejidos e impulsos nerviosos.
En este mundo hay dos tiempos. Un tiempo mecánico y un tiempo corporal. El primero es tan rígido y metálico como un pesado péndulo de hierro que va y vuelve, va y vuelve. El segundo gira y se ondula como un pez azul en una bahía. El primero es inflexible y predeterminado. El segundo elige el futuro a medida que transcurre.
Muchos están convencidos de que el tiempo mecánico no existe. Cuando pasan cerca del gigantesco reloj de la Kramgasse no oyen sus campanadas, mientras envían paquetes desde la Postgasse o caminan por entre las flores del Rosengarten. Llevan relojes de pulsera, pero sólo como un adorno o por cortesía a quienes se los han regalado. No tienen relojes en sus casas. En cambio, escuchan los latidos de su corazón. Atienden al ritmo de sus deseos y estados de ánimo. Comen cuando tienen hambre, acuden a su trabajo en la sombrerería o en la farmacia cuando despiertan, hacen el amor a toda hora. Estas personas se ríen de la idea de un tiempo mecánico. Saben que el tiempo se mueve a saltos y sacudidas.
Y luego están los que piensan que sus cuerpos no existen. Viven conforme al tiempo mecánico. Se levantan a las siete en punto de la mañana. Comen a mediodía y cenan a las seis. Llegan a sus apartamentos a cierta hora precisa que marca el reloj. Hacen el amor entre las ocho y las diez de la noche. Trabajan cuarenta horas por semana, leen el Domingo el periódico dominical y juegan al ajedrez los Martes por la noche. Cuando su estómago se queja, miran el reloj para saber si es hora de comer. Cuando se distraen durante un concierto, miran el reloj para saber a qué hora volverán a casa. Saben que el cuerpo no es obra de una magia desatada, sino un conjunto de materias químicas, tejidos e impulsos nerviosos.
Los sueños 2
Imagine un mundo en que la gente vive sólo un día. O el ritmo de los latidos del corazón y de la respiración se acelera hasta que una vida entera se comprime en una revolución de la Tierra sobre su eje, o bien la rotación de la Tierra se hace tan lenta que una vuelta completa ocupa toda una vida humana. En ambos casos, un hombre o una mujer sólo pueden ver una salida de sol, un ocaso.
En este mundo, nadie vive lo suficiente para contemplar el cambio de las estaciones. Una persona que ha nacido en Diciembre en Europa nunca verá el jacinto, el lirio, el áster, el ciclamen, el edelweiss; ni cómo se vuelven rojas y doradas las hojas de los arces, ni oirá el canto del grillo o el ruiseñor. El que nace en Diciembre vive en el frío. De la misma manera, una persona que nace en Julio no sentirá jamás un copo de nieve en la mejilla, no verá el espejo de un lago helado, no oirá el crujido de las botas sobre la nieve. Quien nace en Julio vive en el calor.
En este mundo en que una vida humana sólo abarca un día, la gente acecha al tiempo como los gatos tratan de oír un sonido en el desván. Porque no hay tiempo para perder. El nacimiento, la escuela los amores, el matrimonio, la profesión, la ancianidad deben acomodarse en un solo trayecto del sol, una modulación de la luz. Cuando se encuentra en la calle, se llevan la mano al sombrero y siguen su camino deprisa.
Cuando llega la vejez, ya sea de día o en la oscuridad, descubren que no conocen a nadie. No ha habido tiempo.
Los sueños 3
Imagine que todos vivieran eternamente.
Es curioso que la población de cada ciudad se divida en dos: Los “Más tarde” y los “Ahora”.
Los “Más tarde” piensan que no hay por que apresurarse para empezar las clases en la universidad, estudiar otro idioma, leer a Voltaire o a Newton, pretender un ascenso, enamorarse, formar una familia. Para todos estos casos hay una infinidad de tiempo. En el tiempo sin limites todo puede hacerse. Por lo tanto, puede esperar. Verdaderamente las acciones apresuradas engendran errores. ¿Quién podría oponerse a su lógica?.
Los “Ahora” entienden que, en una vieja infinita, pueden hacer todo lo que imaginan. Tendrán infinitas carreras, se casaran infinitas veces, cambiaran infinitamente de ideas políticas. Cada uno será abogado, albañil, escritor, contable, pintor, físico, agricultor. Los “Ahora” leen constantemente nuevos libros, aprenden nuevos oficios, nuevas lenguas. Para saborear mejor la infinitud de la vida empiezan temprano y siempre tienen prisa. ¿Quién podría objetar su lógica?Este es el precio de la inmortalidad. Nadie esta completo. Nadie esta libre. Con el tiempo, algunos han decidido que la única manera de vivir es morir.
Imagine un mundo en que la gente vive sólo un día. O el ritmo de los latidos del corazón y de la respiración se acelera hasta que una vida entera se comprime en una revolución de la Tierra sobre su eje, o bien la rotación de la Tierra se hace tan lenta que una vuelta completa ocupa toda una vida humana. En ambos casos, un hombre o una mujer sólo pueden ver una salida de sol, un ocaso.
En este mundo, nadie vive lo suficiente para contemplar el cambio de las estaciones. Una persona que ha nacido en Diciembre en Europa nunca verá el jacinto, el lirio, el áster, el ciclamen, el edelweiss; ni cómo se vuelven rojas y doradas las hojas de los arces, ni oirá el canto del grillo o el ruiseñor. El que nace en Diciembre vive en el frío. De la misma manera, una persona que nace en Julio no sentirá jamás un copo de nieve en la mejilla, no verá el espejo de un lago helado, no oirá el crujido de las botas sobre la nieve. Quien nace en Julio vive en el calor.
En este mundo en que una vida humana sólo abarca un día, la gente acecha al tiempo como los gatos tratan de oír un sonido en el desván. Porque no hay tiempo para perder. El nacimiento, la escuela los amores, el matrimonio, la profesión, la ancianidad deben acomodarse en un solo trayecto del sol, una modulación de la luz. Cuando se encuentra en la calle, se llevan la mano al sombrero y siguen su camino deprisa.
Cuando llega la vejez, ya sea de día o en la oscuridad, descubren que no conocen a nadie. No ha habido tiempo.
Los sueños 3
Imagine que todos vivieran eternamente.
Es curioso que la población de cada ciudad se divida en dos: Los “Más tarde” y los “Ahora”.
Los “Más tarde” piensan que no hay por que apresurarse para empezar las clases en la universidad, estudiar otro idioma, leer a Voltaire o a Newton, pretender un ascenso, enamorarse, formar una familia. Para todos estos casos hay una infinidad de tiempo. En el tiempo sin limites todo puede hacerse. Por lo tanto, puede esperar. Verdaderamente las acciones apresuradas engendran errores. ¿Quién podría oponerse a su lógica?.
Los “Ahora” entienden que, en una vieja infinita, pueden hacer todo lo que imaginan. Tendrán infinitas carreras, se casaran infinitas veces, cambiaran infinitamente de ideas políticas. Cada uno será abogado, albañil, escritor, contable, pintor, físico, agricultor. Los “Ahora” leen constantemente nuevos libros, aprenden nuevos oficios, nuevas lenguas. Para saborear mejor la infinitud de la vida empiezan temprano y siempre tienen prisa. ¿Quién podría objetar su lógica?Este es el precio de la inmortalidad. Nadie esta completo. Nadie esta libre. Con el tiempo, algunos han decidido que la única manera de vivir es morir.
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