Sobre el paupérrimo manejo del desastre nucelar de Fukushima, su ocultamiento a la opinión pública en complicidad con los medios de comunicación masivos y la absoluta incompetencia e inoperancia del administrador de la central nuclear siniestrada no vamos a decir nada más ya que ha sido uno de los temas más comentados en este blog.
Ahora, los primeros indicios serios sobre el impacto del ecosistema de la verdadera catástrofe nuclear de Fukushima empiezan a hacerse evidentes y comienzan a preocupar a quienes debieron hacerlo hace más de un año.
Investigadores independientes recogieron en la zona 144 mariposas comunes de hierba de color azul pálido un par de meses después de las catastróficas fusiones nucleares y su consecuente filtración de radiación en el medio ambiente, y después del estudio de unas pocas generaciones, encontraron signos de mutaciones genéticas que condujeron a anormalidades físicas como menor tamaño en las alas, antenas desfiguradas, hendiduras extrañas en los ojos, y cambios en los patrones de color de las alas.
Inicialmente, sólo el 12 por ciento de las mariposas mostraron tales mutaciones pero en muestras recolectadas seis meses más tarde las mutaciones habían aumentado al 28 por ciento y al 52 por ciento en su descendencia.
Las mariposas son buenos barómetros para este tipo de cosas, porque existen en casi todas partes y sus ciclos de vida son relativamente rápidos, permitiendo a los investigadores observar muchas generaciones en un corto periodo, cosa que ocurre mucho más lentamente en otras especies, como el ganado, el pescado y los seres humanos.
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