Los científicos afirman haber descubierto que la rebeldía y negación a seguir al rebaño no sólo pueden ser producto de la educación, sinó que pueden además estar predeterminadas por el tamaño de un área específica de nuestro cerebro.
La corteza orbitofrontal situada detrás de los ojos, podría ser responsable de lo mucho que cambian nuestras mentes para adaptarse a la multitud, concluyó el estudio liderado por neurocientíficos del UCL ( University College of London ) publicado hoy en la revista Current Biology, luego de analizar en 28 personas las diferentes regiones cerebrales.
Los participantes fueron encuestados sobre qué lista de 20 canciones les gustaría confeccionar para poderlas comprar y cuánto les gustaba cada canción.
Luego, les hicieron conocer las críticas de profesionales respecto a dichos temas y les pidieron que calificaran nuevamente su lista.
El ensayo se repitió con 20 piezas musicales totalmente desconocidas.
Las personas que amoldaron sus gustos a las opiniones de los expertos, tenían más materia gris en la corteza orbitofrontal lateral, un área asociada con el comportamiento social y la toma de decisiones.
Cuanto más una persona ignoró las opiniones profesinales y se apegó a sus decisiones iniciales, se encontró que más pequeña tenían dicha región en su cerebro.
Este área crece rápidamente durante la infancia a medida que comenzamos a comprender las señales sociales, pero no está claro por qué o cuándo se detiene en algunas personas y en cambio continúa desarrollándose en otras.
Las consecuencias son los diferentes comportamientos ante situaciones sociales, o incluso patologías como los trastornos de la personalidad.
El profesor Chris Frith, uno de los científicos de la UCL, que participó del experimento, se mostró sorprendido de los resultados y reconoció que si bien adaptarse a los demás es muy importante para intercambiar información sobre temas que se consideren valiosos, la sociedad también necesita de los rebeldes, ya que de otro modo no habría progreso.
Las actitudes complacientes se estudiaron en el famoso experimento realizado en los EE.UU. en 1951, cuando se les entregó a voluntarios un papel que contenía tres líneas de diferentes longitudes y otro con una sola línea.
Cuando se le preguntó cuál de las tres líneas era de la misma longitud que la única línea en la otra página, todos dieron la obvia respuesta correcta, pero cuando se introdujo otros siete participantes “imaginarios” que dieron la respuesta equivocada, el grupo automáticamente aceptó esa respuesta como la indicada.
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