viernes, 4 de mayo de 2012

DANIEL SUELO: EL HOMBRE QUE RENUNCIÓ AL DINERO

Hace 12 años, en Moab, Utah, el norteamericano Daniel Suelo gastó sus últimos 30 dólares en una cabina telefónica, quemó su pasaporte y su carnet de conducir, cambió su apellido original ( Shellabarger ) por Suelo y se fue a vivir a las montañas decidido a vivir el resto de su vida sin dinero.
Absolutamente desencantado con la sociedad de consumo, la avaricia y la codicia, este hombre que en su momento fue tildado de loco hoy se ha convertido en fuente de inspiración para miles de estadounidenses, luego de que la historia alcanzara gran difusión a través de un libro escrito por su amigo Marcos Sundeen, "El Hombre que Dejó el Dinero".
Vive en una cueva en el borde de un acantilado en el Parque Nacional Arches, la cual invita a compartir a todo excursionista que se topa con su morada, se alimenta de comida silvestre o de animales atropellados por los autos, bebe de los manantiales y se baña en los arroyos.
Sundeen y Suelo eran amigos desde mucho antes de la drástica decisión de Daniel, y hacía muchos años que no se veían: al enterarse el escritor  del nuevo estilo de vida de su amigo, pensó que se había vuelto loco o había tenido una crisis mental, hasta que la crisis económica sufrida en 2008 lo hizo recapacitar seriamente sobre cuál era la mentalidad más acertada y fue así que se decidió a escribir un libro sobre la historia de su amigo.
Suelo comenta que no acepta dinero o trueque consciente ni recibe cupones de alimentos u otro tipo de ayuda gubernamental.
"Mi filosofía es utilizar sólo lo que se da libremente o es descartado y lo que ya está presente"- explicó - "Nuestra sociedad está diseñada para que usted tenga que tener  dinero, que sea parte del sistema capitalista, y es ilegal  vivir fuera de él. Dejar una mínima huella ecológica y el menor impacto ambiental posible será mi contribución para mejorar el mundo".
Nacido en una familia fundamentalista ultraconservadora, Suelo compartía férreamente esta filosofía de vida hasta que en la universidad comenzó a cuestionar sus creencias cuando cayó en la cuenta que el dinero creaba brechas e injusticias sociales que eran decididamente anticristianas.

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