Intentar explicar los orígenes de todas las películas, comics y series famosas del siglo pasado a través de nuevos films es una relativamente nueva moda hollywodense que no siempre ha dado buenos resultados, pero que se torna imprescindible para incorporar nuevas generaciones a la temática y recomenzar las historias, ante la preocupante ausencia de nuevos actos creativos ( falencia no exclusiva del cine sinó del arte en general ).
En este caso, los guionistas Rick Jaffa y Amanda Silver junto al director Rupert Wyatt deciden afrontar la precuela con un argumento sencillo y de valores elementales, ayudados por unos efectos especiales espectaculares que terminan siendo lo más destacable de la película, por el realismo expresivo sin par que logran imprimirle, sumados a la descollante actuación de Andy Serkis como César (quien ya fuera un no menos efectivo Gollum en El Señor de Los Anillos).
Manteniendo firme una línea de respeto hacia la novela de Pierre Boulle ( con la sutil modificación de que en este caso el planeta de los simios no será un planeta hallado en el espacio por unos astronautas, sinó nuestra propia Tierra ) y una coherencia correcta con la película original, Wyatt y sus guionistas renuncian de ex profeso a los perfiles épicos o a profundizar demasiado audazmente para crear escenas emblemáticas, y relatan una historia abrumadoramente simple aunque con inobjetable precisión.
Dentro de ese contexto, el mono recuerda al hombre las fronteras que no debería haber traspasado al ser convertido dramáticamente en una nueva especie que no encaja en ningún mundo: su especie orignal demasiado animal y sus creadores demasiado arrogantes para soportar que alguien de apariencia simiesca los supere intelectualmente.
La película obviamente ofrece una secuencia cumbre en la cual los monos modificados genéticamente escapan de su cautiverio ( el subtítulo en español “revolución” de la película es extremadamente engañoso: aquí no se trata de ninguna revolución, sinó de un simple deseo de libertad e independencia del humano por parte de los monos, situación que queda mucho mejor reflejada en el título original en inglés ).
Como es muy evidente que semejante revuelta jamás podría culminar en una toma del poder por parte de los chimpancés ( ni es su intención pese a las tendenciosas sugerencias de los trailers ), los astutos guionistas introducen un irresponsable descuido profiláctico de uno de los científicos del laboratorio que experimenta con los simios, y que resulta inoculado con un virus mortal, el cual transmite luego por accidente a un piloto de avión comercial que por supuesto se encargará en sus viajes de esparcirlo por todo el planeta.
Pero para nosotros, los dos puntos realmente álgidos del film lo constituyen cuando los simios evolucionados, al igual que los humanos, comienzan a pelear por posesiones y reaccionan ante reflejos condicionados tan humanamente que se convierten en un cruel y realista espejo para nuestra especie, y cuando pronuncian su primer palabra, que es también el adverbio primigenio del ser humano ( y que actualmente parece haber olvidado como acto de reafirmación propia ): “No”, y que es una breve, compleja y poderosísima declaración de simple libertad.
Una película correcta y contundentemente simple que deja abierto el camino para secuelas de mayor complejidad, como lo fuera la novela y el film original, pero que requerirán de directores más audaces y predispuestos a extraer ironía y misterio del fabuloso material que tienen entre manos.
NO!!
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