El francés Serge Haroche, de la Escuela Normal Superior de París, Francia y el estadounidense David Wineland, del Instituto Nacional de Normas y Tecnología de Maryland en EE.UU., recibieron el premio nobel de Física 2012 por ser capaces de observar de forma directa partículas cuánticas individuales sin destruírlas, avance que permitirá en el futuro la construcción de computadoras cuánticas, millones de veces más potentes que las actuales.
El investigador francés y su equipo fueron capaces de observar por primera vez todo el proceso vital de un fotón, desde su nacimiento hasta su muerte.
Esta hazaña requirió mantener con vida a la frágil partícula cuántica en una sofisticada caja recubierta de espejos superconductores ultrarreflectantes criogenizados a 0,5 grados por encima del cero absoluto, durante 0,13 segundos, una eternidad nunca alcanzada antes porque la simple observación absorbía y destruía los fotones.
En cambio, dentro de la caja, los fotones rebotaban entre los espejos y podían ser estudiados antes de desintegrarse.
Esto demostró que es posible controlar un flujo de bits de información cuántica (qubits) a través del estado cuántico del fotón atrapado, una capacidad imprescindible para poder construir ordenadores cuánticos.
Por su parte, el físico estadounidense desarrolló un sistema para controlar qubits a través de trampas para iones (átomos cargados eléctricamente) con electrodos de oro en dos dimensiones integrables a circuitos de cuarzo, mucho más práctico que las trampas de tres dimensiones como las de Haroche, e hicieron más factible la aplicación de la computación cuántica a máquinas cotidianas.
Esta hazaña requirió mantener con vida a la frágil partícula cuántica en una sofisticada caja recubierta de espejos superconductores ultrarreflectantes criogenizados a 0,5 grados por encima del cero absoluto, durante 0,13 segundos, una eternidad nunca alcanzada antes porque la simple observación absorbía y destruía los fotones.
En cambio, dentro de la caja, los fotones rebotaban entre los espejos y podían ser estudiados antes de desintegrarse.
Esto demostró que es posible controlar un flujo de bits de información cuántica (qubits) a través del estado cuántico del fotón atrapado, una capacidad imprescindible para poder construir ordenadores cuánticos.
Por su parte, el físico estadounidense desarrolló un sistema para controlar qubits a través de trampas para iones (átomos cargados eléctricamente) con electrodos de oro en dos dimensiones integrables a circuitos de cuarzo, mucho más práctico que las trampas de tres dimensiones como las de Haroche, e hicieron más factible la aplicación de la computación cuántica a máquinas cotidianas.
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