En vista de acontecimientos como los tiroteos de Denver y Wisconsin, algunos expertos en salud pública intentaron ( como ya lo hiciera hace unos años el brillante cineasta, documentalista y escritor Michael Moore con su "Bowling for Colombine" ) analizar las razones, y llegaron a la conclusión de que un arma no difiere mucho de un virus o una adicción al alcohol, cuando se trata de masacres indiscriminadas como las que tuvieron lugar recientemente en Estados Unidos, y que, también de la misma manera, el síndrome se propaga como una epidemia.
Garen Wintemute, profesor de atención médica de emergencias que dirige el Programa de Investigación sobre Prevención de la Violencia, en la Universidad de California, asegura que hace falta un enfoque de salud pública para enfocar el problema, como las medidas de seguridad en las carreteras introducidas hace décadas que redujeron de una manera crucial el número de fallecimientos en accidentes de tráfico, al comprenderse que se necesitaban otras medidas además de mejorar las habilidades de conducción de una persona.
Ahora también hay que ir más allá de centrarse exclusivamente en los autores de las matanzas, según creen Wintemute y sus colegas.
“¿Simplemente vamos a esperar la siguiente explosión o hay algo que podamos hacer para evitarlo?”, se pregunta Stephen Hargarten, jefe de medicina de emergencias en el hospital Froedtert y director del Centro de Investigación de Traumas, en la Escuela de Medicina de Wisconsin.
Más de 73.000 víctimas de disparos con armas de fuego fueron atendidos en salas de urgencias en 2010 en EE.UU.según las estimaciones de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades y casi 300 millones de armas de fuego están en manos de civiles.
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