Ayers Rock es, ante todo, imponente: considerado el lugar más sagrado de Australia y declarado Patrimonio de la Humanidad, esta montaña de arsénica roja de 318 metros de altura y ocho kilómetros de diámetro que se encuentra en pleno desierto australiano, en Alice Spring, es un verdadero objeto de culto y centro de peregrinación de todos los
chamanes del mundo al cual se le atribuyen propiedades mágicas y, al igual que ocurre en simlares énclaves con supuestas propiedades místicas, se registran aquí numerosos y variados avistamientos OVNI habiéndose reportado también varios encuentros cercanos del tercer tipo ( algunos nada amistosos ), con entidades con dedos y pies palmípedos.
Recibe el nombre de Uluru, que significa “donde todo comenzó”, y su particular estructura y ubicación con respecto a la inclinación de los rayos solares, parece querer contribuír con gran entusiasmo a las leyendas que lo rodean, cambiando de color y fisonomía varias veces en un mismo día y también a través de la diversas estaciones del año, fenómenos que los aborígenes sostienen ocurren como consecuencia de manifestaciones de enigmáticos seres de otras dimensiones.
Desde tiempos inmemoriales, habitan el lugar los pueblos de yankunytatjara y pitjantajatjara, más conocidos como Anangu, que desarrollan una cultura extremadamente ecológica e integradora con la naturaleza, que considera que todo se encuentra interrelacionado, y que intenta explicar estas conexiones a través de una tradición religiosa llamada Tjukurpa.
El primer explorador europeo que tomó contacto con el lugar fue William Goose en 1873, y a mediados del siglo 19 se descubrieron en los alrededores unas gigantescas y misteriosas pinturas rupestres de casi 20.000 años de antigüedad, de seres altísimos con rostros blancos y sin boca ( “los wandjinas”, de quienes ya hemos hablado largamente en este blog ), y con sus cabezas rodeadas por semicírculos en forma de herraduras que parecen irradiar una enigmática energía, que podrían representar ( traducido a nuestra comprensión actual de la realidad ) una especie de aura, o tal vez un casco espacial.
Entre los fenómenos extraños que allí ocurren, se destaca una enorme luz color naranja que emite un molesto zumbido que aparece de repente y suele apagar los motores de los vehículos que intentan aproximársele demasiado.
Los nativos australianos tienen su propia explicación para todos estos fenómenos: desde tiempos muy remotos, “el tiempo de los sueños”, el lugar está habitado por seres sobrenaturales que conviven con los humanos desde tiempos inmemoriales.
La leyenda cuenta que hace muchos siglos existian en La Tierra dos poderosas tribus de espíritus ancestrales, que un día entraron en conflicto y protagonizaron una terrible guerra cuyos campos de batallas fueron la propia Uluru y Moon City, o “Ciudad Secreta”.
Bulari, la diosa Madre de la Tierra, enfurecida por esta arrogante e irrespetuosa violencia, envió a ambos contendientes una nube de gases letales que terminó con los dos bandos, y encerró a los sobrevivientes en una prisión bajo Ayers Rock, siendo el color sangre que adquiere todos los atardeceres, un recordatorio del castigo que conlleva la soberbia, el orgullo y la vanidad.
Una segunda tradición señala que de la contienda sólo sobrevivieron representantes de uno de los dos pueblos, “el pueblo de los hombres-serpiente venenosos”.
Australia es, de por sí, un verdadero mapa abierto del pasado remoto, plagada de monolitos y restos de ciudades ( según los nativos, construídas por los arientas y los luritchas, seres mitad hombre y mitad animal ), la mayoría de las cuales no son aún reconocidas como tales, siendo consideradas erosiones de orígen natural, habiéndose encontrado fósiles de más de 200.000 años de antigüedad y herramientas que, dado su tamaño y peso, sólo podrían haber sido blandidas por hombres con el doble de tamaño que el homo sapiens.
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