

Una antigua tradición budista, que siempre fue considerada como una fabulación fantástica más que una realidad, afirmaba que en plenos Himalayas existían unas espectaculares cataratas que ocultaban una entrada secreta a Shambhala, el mítico y evolucionado mundo intraterrestre en el que morarían seres de gran sabiduría.

Un grupo de 9 expedicionarios liderados por Ian Baker y patrocinados por la National Geographic Society se encargaron de hacer trizas las especulaciones sobre lo fantástico del relato: en noviembre de 2008 localizaron esta maravilla de la naturaleza, que tienen una caída de más de 30 metros y un tamaño similar a las cataratas del Niágara.



Las Cataratas Escondidas del Tíbet, uno de los parajes naturales más buscados por el hombre y mejor guardados por la Cordillera del Himalaya, fueron descubiertas siguiendo el curso del río Tsangpo, cerca de la aldea de Tangmal.



El lugar es practicamente innacesible, situado entre profundos riscos que se esconden en la cordillera del Himalaya, con caídas de docenas de metros y recónditos pasajes secretos sólo conocidos por los cazadores tibetanos de la tribu monpa, que viven al pie de la gran montaña y que jamás han revelado esos secretos caminos por los cuales se puede llegar hasta ellas, en un postrer intento por resguardar su cultura y el corazón de sus creencias.

Por eso, la expedición liderada por Baker debió protagonizar una titánica tarea, remontando primero el río Tsangpo hasta que el mismo deja la altiplanicie del Himalaya y se cuela entre dos grandes picos de casi 7.000 metros de altura.
Desde allí , y atravesando parajes innacesibles y zonas donde nadie antes había puesto un pié, iniciaron un descenso de unos 150 kilómetros de longitud bajando a través de la montaña unos 4.000 metros hasta llegar al gigantesco río.

Pero el ciclópeo esfuerzo bien valió la pena, al llegar los exploradores a una catarata completamente virgen y en su estado original, sin las marcas destructivas de la civilización moderna.

Los nativos monpa tienen un acceso ancestral a ellas siguiendo el curso del río Tsangpo a través de grandes acantilados selváticos y estrechos riscos que llevan a una red de pequeños valles, e ingresan respetuosamente en el lugar para peregrinar hacia donde se esconden, según dicen, los herederos de los dioses.






Los exploradores tuvieron que bajar por peligrosísimas pendientes y descender a rappel decenas de agotadores metros, pasar días calamitosos y situaciones en las que sus vidas corrieron verdadero peligro.

Estas cataratas se transformaron en legendarias desde que, en el siglo XIX, fueron el objetivo de varias expediciones que nunca pudieron localizarlas.

La última, al mando de Francis Kingdon-Ward, tuvo lugar en 1924, quien abandonó antes de conseguir su objetivo en medio del frío y quien escribió en su diario:
«Las cataratas del Tsangpo probablemente no existen, son un mito creado por la imaginación de los hombres».

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