martes, 25 de diciembre de 2012

LA FRUSTRACIÓN POR EL APOCALÍPSIS QUE NO OCURRIÓ PUEDE TENER CONSECUENCIAS TRAUMÁTICAS GRAVES

Stephen Kent, sociólogo de la Universidad de Alberta, Canadá, opina que la frustración de muchos creyentes que esperaban la llegada del fin del mundo el 21 de diciembre, y que por supuesto no ocurrió, puede tener consecuencias traumáticas a largo plazo.
Comparó la predicción con otras previas igualmente frustradas y analizó que en todas las anteriores las profecías fueron hechas por “líderes carismáticos que a menudo están asociados con sectas”, mientras que en este último caso, el vaticinio llegó vía internet, sin una persona en concreto a quien responsabilizar por la frustración. 
"Si la predicción no se cumple, la reacción de la persona que se preparó para el fin del mundo puede ser impredecible", explicó. 
"Aquellos que realmente creían,  es posible que sufran de problemas de salud mental y podrán seguir adelante con sus vidas exitosamente si tienen el apoyo de familiares y amigos, pero los individuos aislados se encuentran en riesgo al no tener con quién compartir sus frustraciones”, concluyó Kent.
Un ejemplo previo  muy mediatizado de frustrados profetas del apocalípsis fue el del predicador Harold Camping, quien primero predijo que el día del juicio llegaría en 1994, y como ese día nada ocurrió, trasladó  la fecha a mayo de 2011, cuando tampoco pasó nada en absoluto. 
Tozudamente, el 'visionario' hizo un tercer intento vaticinando que el fin del mundo tendría  lugar "en los próximos meses" y cuando una vez más la predicción no se cumplió, señaló que el día del juicio había sido “espiritual” y se vio obligado a admitir su error, lo cual sin embargo no le evitó numerosos juicios de personas que, por haberle creído, se habían despojado de todos sus bienes materiales o gastado todos sus ahorros para visitar lejanos parientes con quienes compartir el Armagedón. 
Exactamente lo mismo pasará ahora, en "el añó después" del 2012 con todos los émulos de Camping: los más asustados con perder prestigio y por ende el negocio. se apresurarán a aclarar que "ellos nunca fijaron una fecha para el apocalípsis", mientras los más astutos notarán que nadie les pasará factura por su error y pergeñarán una nueva fecha ( y otra, y otra ) al notar que esta patología hace oídos sordos a cualquier realidad que contradiga su falacia emocional, carece de todo rastro de objetividad, y siempre tendrá la misma sed de vivir temerosa, una "fé" hija del miedo y la amenaza, esclava de sus propios desórdenes.

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