domingo, 29 de abril de 2012

OTRO ROBINSON CRUSOE

La semana pasada posteamos la historia de un japonés que eligió vivir solo y aislado en una isla deshabitada.
Ahora, traemos la historia de un británico, que tomó una decisión similar, aunque si bien llevándola a cabo con bastante más espíritu burgués que su par nipón ( sin renunciar a algunas comodidades básicas de la civilización como la electricidad, el agua o el teléfono ) , no exenta sin embargo de tesón y sacrificios.
Brendon Grimshaw compró en 1962  una pequeña isla abandonada de sólo media milla de ancho  en las islas Seychelles  ( un conjunto de 115 islas esparcidas por una vasta zona del Océano Indico ) por la módica suma de £ 8.000, y  se fue a vivir allí desde entonces. 
Grimshaw cuenta actualmente con 86 años de edad y se despierta todas las mañanas con el sonido del Océano Indico y el susurro de las palmeras, y pasa sus días cuidando las aves que él mismo importó y las 120 tortugas gigantes de la isla.
Cuando compró el lugar, los matorrales eran tan densos que los cocos no podían caer al suelo,  pero Brendon trabajó incansablemente ayudado por un nativo contratado por él de nombre René Lafortune ( quien falleció hace unos años ) hasta transformar la isla, luego de un trabajo agotador, en un lugar paradisíaco.
Al igual que ocurriera con el reducto de su par japonés, esta reserva natural única sobrevivió severas tormentas tropicales, bandas de mercenarios y hasta un golpe de estado.
La isla se llama Moyenne, la conoció por primera vez estando de vacaciones a finales de los años cincuenta cuando trabajaba como periodista en África, y todas las otras islas que la rodean, pertenecen a multimillonarios árabes y rusos, mientras este británico levanta orgullosamente una humilde pero excéntrica casa de madera entre los árboles.
La isla se encuentra muy cerca de la capital, Victoria, ubicada en la isla de Mahe, a través de la cual  Grimshaw canaliza agua, electricidad y un cable telefónico.
Su madre siempre se negó a visitarlo porque a no le gustaba "viajar al extranjero", pero su hermana Sandra se mudó a Mahe con su marido y abrió un café, y su padre, al quedar viudo a los 88 años, se mudó a vivir con él en la isla hasta su muerte.
Los turistas pueden visitar el paraíso privado de Brendon pagando £ 10 cada uno, bajo una única regla estricta: nadie está autorizado a pasar la noche.
Cierta vez, un príncipe saudí le ofreció un cheque en blanco para intentar comprarle Moyenne, y otros visitantes ricos también han intentado tentar a este Robinson Crusoe, pero él siempre ha sido totalmente intransigente: quiere mantener su prístino escondite y tal vez encontrar algún tesoro pirata  ( hace 200 años toda la zona era refugio de filibusteros ) que, se rumorea, puede estar enterrado en algún lugar de la isla.
Cuando muera, asegura tener hechos todos los arreglos para que la isla sea protegida y convertida en un parque nacional protegido.

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