martes, 19 de julio de 2011

MUY SUPERIORES A LA PALABRA ESCRITA

MEJOR QUE LA ESCRITURA DIALÉCTICA
El universo tiene una unidad subyacente y el espacio y el tiempo representan un papel muy distinto del aparente.
Un sistema de escritura polivalente sólo puede tener lugar dentro de una cultura con un manejo excelso de la tecnología, ya que el mismo amplía exponencialmente los rangos de entendimiento y acción y como consecuencia directa se debe poseer las "riendas"tecnológicas adecuadas para dominar, comprender y encauzar sus consecuencias.
Un estado polivalente está indicando mucho más que una condición binaria rodeando nuestro entorno, está sugiriendo el entrelazamiento simultáneo de condiciones que llegan mucho más lejos que el sí y el nó, que lo cierto y lo falso.
Las exploraciones de la física moderna sobre la naturaleza de la realidad y la esencia de la materia están a punto de hacer perder totalmente su validez a los clásicos postulados sobre el tiempo y el espacio, para reemplazarlos por la idea de un continuum espacio-tiempo en el cual no hay NADA que sustancialmente pueda ser considerado material.
La física teórica de la Universidad de Harvard, ( E.E.U.U.) Lisa Randall, una de las investigadoras más importantes del momento lo ha expresado inmejorablemente: “el universo es muy diferente de lo que vemos e imaginamos con nuestra percepción de 3 dimensiones espaciales y una temporal; posee muchas dimensiones ocultas y lo que nos muestran nuestros ojos es sólo una pequeña fracción de lo que hay en realidad, como ya lo demostraron muy simplemente los rayos X y los infrarrojos”.
En 1919 el matemático y filósofo alemán Theodor Kaluz sugirió la existencia de dimensiones extra, y la teoría de cuerdas ( que busca compatibilizar la mecánica cuántica con la teoría de la relatividad ) sostiene que el tejido del universo está formado por pequeñas cuerdas vibratorias que deberían presuponer la coexistencia de por lo menos 11 dimensiones con la que nosotros percibimos.
Siempre hemos considerado falazmente los intentos de escritura del hombre como una tendencia evolucionista, cuando en realidad estuvimos siempre en presencia de un proceso de degradación.
Los lenguajes llamados "simbólicos" y las escrituras ancestrales, cueniforme y jeroglíficos incluídos, eran expresiones evolucionadas coincidentes con el estado de la cultura que los producía y estaban dotados de una inmensa flexibilidad y capacidad tanto para adpatar permanentes neologismos como para manejar conceptos abstractos y polivalentes, porque se trataba, precisamente, de idiomas con una lógica mínima y expandible de tres o cuatro dimensiones ( tetraléctica ) con un esquema inferencial.
Nuestra dialéctica actual, al igual que nuestro estado espiritual y cultural, ha perdido esa flexibilidad y simultaneidad espacio-temporal.

Nuestra civilización occidental se ha desarrollado en base al pensamiento y al lenguaje lineal y bidimensional: las cosas son o no son, es blanco o es negro, punto de partida y meta, un rayo no cae dos veces en el mismo lugar.
Es el “0” y el “1” de nuestro predeterminado actual sistema D.O.S. de computación ( la realidad obedece siempre sumisamente ) que representa nuestra limitada y frágil manera de comprender el mundo.
Hemos creado un mundo “maya”, de pura ilusión, ya que sólo existe desde nuestra visión sin “gafas 3D”: el cosmos, en cambio, se mueve nó en base a las unidades ( que sólo pueden manifestarse y actuar a través de la razón del pensamiento binario ) sinó a las probabilidades y las paridades ( superposiciones y entrelazamientos cuánticos simultáneos ), ya que es concéntrico, inmanente y multiuniversal.
Dentro de nuestro mundo ilusorio, hemos separado linealmente el pasado, el presente y el futuro, hemos divorciado el tiempo del espacio y como consecuencia inevitable, hemos creado el lenguaje, que es la más paupérrima de las limosnas con las cuales se puede pretender estructurar un sistema de comunicación.
LA INVOLUCIÓN DEL LENGUAJE
La gigantesca civilización del paleolítico ( que ya era, sin embargo, una especie en decadencia hacia la materia ) construyó la Edad de Oro del planeta de la cual nuestros genes conservan aún su memoria y la nostalgia de su totalidad perdida.
Actuaban con poderes y capacidades muy superiores a las nuestras, pensaban nó con un cerebro racional de corteza cerebral y terrenal, sinó con otro órgano del cuerpo, el cerebrum emocional del espíritu, la superconciencia, una glándula actualmente atrofiada.
Interactuaban con la materia, con otros seres interdimensionales y con el equilibrio molecular, originaban transmutaciones en ellos y en su entorno.
Por lo tanto, no sentían nada por ellos mismos, no eran conscientes de su inmanencia ni necesitaban explicarse ni construírse templos.
NOSOTROS
Por oscuras razones que estamos muy lejos de recordar, comenzó la corrupción de ese mundo prístino, la decadencia e involución permanente de su sustancia y el comienzo del desgaste y el cansancio de la materia.
Fuimos privados de nuestro Tercer Ojo y caímos prisioneros del despiadado carcelero de la mente, en las arenas movedizas de la duda, la gravedad y el tiempo, perdiendo a cada momento nuestra lozanía, nuestra cognición, con sólo una linterna en nuestras manos cuya luz fue disminuyendo a medida que nos alejábamos de la Dorada Edad.
Con la duda llegó el temor de no poder reconocer otros estados y dimensiones que alguna vez nos fueran tan transparentes, pero que ahora escapaban de la carretera lineal que habíamos construído.
Cada vez más alejados del oro alquímico, gritamos y gritamos preguntas cuya respuesta esperábamos del órgano equivocado, quien una y otra vez nos negó respuestas, hasta que para no tener que continuar soportando el pesado yunque de la incertidumbre, decidimos dejar de preguntar, entregándonos al descenso hacia la pesada mortalidad.
Y con la mortalidad llegó el verbo al lenguaje, las cadenas definitivas al mundo exterior y al método cinético materialista y a la pérdida definitiva de la visión directa de las profundidades a manos del imperialismo de la linealidad.
Sólo el 4% del universo está hecho de materia común ( es decir, la que todos vemos ), un 23% de materia oscura ( que es la que no interactúa con la luz ) y el restante 73% es energía completamente desconocida para la ciencia.
La existencia consiste en un entrelazamiento de muchos cosmos paralelos a través de energías cíclicas y oscilantes.
Un tiempo circular sin principio ni fin en el cual pasado presente y futuro no son nada, no tienen contenido ni significación pues están omnipresentemente entrelazados.
Dentro de este entrelazamiento nuestras propias conexiones neuronales interactúan a un nivel muy profundo ( y sin que medie ningún otro órgano sensorial ) con un campo mecánico-cuántico ( como lo defiende el prominente científico Roger Penrose ), indiferente al espacio-tiempo ( como afirmó el matemático Adrian Dobbs ), y, como se ha comprobado experimentando con pueblos indígenas que no tienen tan adormecidas como el hombre moderno sus capacidades paranormales , se ha confirmado que todo este mecanismo no es evolutivo, sinó atávico: forma parte de nuestro sistema primitivo y primordial.
Hemos estado equivocados al pensar en nuestro lenguaje como la cúspide evolutiva, de la misma manera que tendemos a pensar que los números son sólo para sumar, restar, multiplicar y dividir, porque son las únicas condiciones que acepta nuestra mente binaria racional, cuando en realidad estos números y operaciones serían totalmente inútiles en el campo universal unificado que los esotéricos llaman Unus Mundo.
LO ESENCIAL ES INVISIBLE A LOS OJOS
Lo que no vemos, existe, muy a nuestro pesar, y a nivel humano conservamos aún fuertes pruebas que nos ha dejado el pasado, como los lenguajes tetravalentes descubiertos impresos en las más importantes ruinas megalíticas del planeta, o los números de los sumerios, que no sirven ni para restar ni para sumar ni para dividir ni para multiplicar pero que sin embargo les fueron adecuados para construír sus pirámides y sus ciudades de arquitectura imposible para nosotros, simplemente por haber olvidado las estructuras y los fundamentos científicos de aquella morada ancestral y que ellos aún conservaban vivas dentro de una conciencia en 3 ó 4 dimensiones en la cual la lectura de su lenguaje dependía del propio temperamento del lector, involucraba al hombre entero y actuaba sobre él, fecundándolo, haciendo que se cumpla la ley cuántica: que toda lectura dependa finalmente del observador.
El lenguaje tetravalente fue sin duda muy superior a nuestra palabra escrita, que sólo es un pobre acuse de recibo de comprensión materialista pero que no cognoce, pues es sólo potestad de nuestro odiado carcelero, el pensar.
Un pensar que ante un lenguaje polidimensional sólo puede ser capaz de darle una interpretación absurda, pues sólo está capacitado para integrar, asociar y completar informaciones a partir de modelos adquiridos.
El lenguaje ancestral utilizaba palabras-acontecimiento ( certidumbre, incertidumbre, imaginación, probabilidad ) logrando así con éxito la descripción de un objeto dejando abierta en dicha descripción la posibilidad de que el mismo pueda ser encontrado en todo multiuniverso existente, y reduciendo exponencialmente las limitaciones y por lo tanto las injusticias de las categorizaciones.
En tiempos del Oro Alquímico, el hombre veía a través de su Tercer Ojo, y su pensar quedaba en la subconciencia. Pensar no sólo no era necesario: era ridículo, ya que todo se daba por compenetración vidente multidimensional.Por lo tanto, la escritura tampoco era necesaria; ni siquiera imaginable.
DESPIADADO CARCELERO
Luego de la tragedia de la caída, el pensar compenetró la tetravalencia y aparecieron los primeros lenguajes, que eran grandes conceptos abarcantes que sólo trataban de reemplazar lo que la videncia había ya resignado por corrupción.
Más tarde, al desaparecer la tetravidencia bajo el umbral de la conciencia, el lenguaje comenzó a perder su paridad y a volverse unitario, aunque aún logrando conservar lo cultivado en antiguos tiempos.
Pero ya en este estadio del texto se producía la injusticia de los estereotipos como consecuencia de las lecturas tendenciosas basadas en hábitos y discursos intelectuales que al ser ya unitarios hundían al lector en una determinada visión materialista del mundo, mientras la simbología aportaba la confusión babélica de las múltiples interpretaciones ( no obstante lo cual aún conservaba cierta capacidad de transmitir la clarividencia atávica ).
Luego, finalmente, se cayó en el pozo de la bidimensionalidad actual, el racionalismo mecanicista, despiadado carcelero del lenguaje de la mente arcaica, quien la rehusó de nuestra psique y la enterró en las profundidades, donde sin embargo aún continúa latiendo, envuelta en su aura numinosa como fuente primal de todos los mitos arquetípicos.
Por eso, si lográramos recuperar la frontera de dicho estado de conciencia, y con ella la tonalidad del alma reconectándonos con la mónada que produce el conocimiento instantáneo, nacería el primer síntoma de transmutación en el lenguaje con la paulatina resignación de la escritura tal cual la conocemos para fecundar una nueva, capaz de expresar no sólo el mundo visible sinó las dimensiones y fuerzas energéticas del paraíso primordial, no visibles a los ojos de la carne.

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