Desde que fueron designadas en 1994 por la UNESCO Patrimonio de La Humanidad, la mayoría de la gente está familiarizada con los geoglifos de animales del desierto de Nazca, en el sur de Perú ( colibríes, arañas, peces, monos ) que se extiende por más de 80 kilómetros (50 millas) entre las ciudades de Nazca y Palpa en la Pampas de Jumana, 400 km al sur de Lima, y que tienen la particularidad de poder ser vistos en toda su dimensión sólo desde el aire ( avioneta o helicóptero ), lo cual demuestra, sin más vueltas ni chamuyo, que fueron hechas por una cultura que volaba, que dominaba los aires con vehículos, con levitación, con una combinación de ambos, con alas, o con lo que fuera que los mantuviera flotando en el cielo.Y punto.
Las líneas ( algunas de más de 200 metros de ancho ) son diseños de una exactitud exhasperante hechas en la tierra eliminando las piedras rojizas predominantes en la zona y dejando en descubierto el suelo blanquecino que hay debajo.Por supuesto, los estúpidos de siempre le han asignado una significación religiosa ( y éste es uno de los últimos posts en los que mencionaremos tales manifestaciones de ignorancia en el mejor de los casos y perversidad en el peor ya que ni siquiera merecen que continuemos dedicándoles renglones, tiempo o espacio ).
Pero hay una “segunda línea” de Nazca que fue descubierta mucho más recientemente con la ayuda invalorable del Google Earth ( actualmente, el mejor arqueólogo de la humanidad ) y que es mucho más intrigante e inexplicable: enormes líneas de muchísimos kilómetros de extensión, dispersas entre el desierto de Nazca y las montañas cercanas. La erosión indica que estas líneas son mucho más antiguas que los geoglifos de animales. Esto demuestra, una vez más sin vueltas ni vueltas, que fueron realizadas por una civilización que no sólo volaba, sinó que lo hacía a alturas equivalentes a las de un Boeing 747 o una nave espacial.
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